jueves, 22 de diciembre de 2016

“La clave para activar nuestra memoria es la sorpresa”

http://www.lavanguardia.com/lacontra/20161222/412792294100/la-clave-para-activar-nuestra-memoria-es-la-sorpresa.html
Fabricio Ballarini,, Investigador del Conicet en el Laboratorio de Memoria del Instituto de Biología 
celular y Neurociencias Prof. E. De Robertis de Buenos Aires, creó una oenegé y una web muy activas: Educando
 al Cerebro, con 40 investigadores de todo el mundo que aportan su conocimiento: “Es todo gratuito y se está 
creando mucha complicidad entre científicos y educadores”. Él investiga cómo el cerebro aprende, guarda la 
información y cómo funciona nuestra memoria; explicárnoslo de manera amena es el objetivo de Rec (Debate). 
Me alegró su entusiasmo social, sus muchas charlas gratuitas. Asegura que a través del conocimiento científico
 podemos mejorar el sistema educativo... “Si no, ¿para qué sirve la ciencia?”.
Tengo 33 años. Nací y vivo en Buenos Aires. Tengo un bebé de 11 meses. Tengo un doctorado en el Laboratorio
 de Memoria de la facultad de Medicina de la UBA (Buenos Aires). La ciencia debe ser útil No tengo creencias, 
por el momento la religión no me suscita interés
“La clave para activar nuestra memoria es la sorpresa”
 
Por qué me engaña mi cerebro?

Nuestra cultura nos dice que yo soy yo porque me recuerdo, me reconozco y reconozco mi historia y mi entorno... Pero ¿y si le digo que todos esos recuerdos que me constituyen a mí y a toda la sociedad son inventados y falsos y manipulados?
¿No exagera?
No. Seguro que tiene en su cabeza historias de su niñez, pero... ¿en realidad se acuerda de lo que ocurrió o de lo que le contaron que ocurrió?
Ya no lo recuerdo...
La forma en la que nuestro cerebro guarda información tiende a mezclarla y confundirla. Si usted rememora con otra persona algo que vivieron juntos, probablemente lo recordarán distinto.
Habrá matices, sí.
Lo interesante es que esos matices que la otra persona le ha explicado cambiarán su recuerdo: al cabo de unos días usted confundirá su recuerdo con el que la otra persona le generó.
Entonces, la memoria es manipulable.
En EE.UU. y ahora en Argentina hay un gran debate en torno a los testigos presenciales.
¿Gracias a la ciencia?
Sí, porque hoy sabemos que al cerebro no le gustan las dudas y nos cierra las historias sin importarle la verdad. Hay muchísimos casos de personas a las que se condenó a muerte por declaraciones de testigos y que luego resultaron ser inocentes.
Entonces, el psicoanálisis…
Tiene temas por resolver. Los psicoanalistas reinterpretan nuestras historias y así modifican nuestros recuerdos.
¿Y yo misma puedo modificar mis re­cuerdos?
Sí, de hecho esa oportunidad existe cada vez que recuerda algo; si es usted más benevolente con aquello que pasó y ve el lado bueno, el recuerdo dejará de mortificarle.
¿El bienestar de las personas está en la buena interpretación de su memoria?
Sin duda, pero lo que nosotros estamos investigando es cómo mejorar memorias, y el lugar idóneo para eso es la escuela.
¿Y cómo se hace?
Es muy sencillo: la clave es la sorpresa. Los humanos somos una máquina de predecir. Aunque no nos demos cuenta, nuestro cerebro hace un repaso de todo lo que puede suceder ante cualquier situación.
¿Todo el rato?
Sí. Cuando, por ejemplo, estamos conduciendo, nuestro cerebro está evaluando todas las posibilidades predecibles: que el semáforo se ponga en rojo, que el motorista gire...
¿Y lo hace sin que seamos conscientes?
Lo hace con independencia de que lo seamos o no. Pero cuando algo rompe la rutina, aunque sea algo muy pequeño, nuestro cerebro enciende una alarma.
¿De qué tipo?
“Esta nueva posibilidad la tengo que recordar”, se dice. Y no sólo recuerda ese evento que le llamó la atención, sino que hace una cosa fantástica: guarda todo lo que ocurrió una hora antes y una hora después con mucha fuerza.
Todo el mundo recuerda qué hizo el 11-S.
Así es, pero si mis días son todos iguales, probablemente no recuerde nada.
Olvidamos la rutina.
Sí, y es necesario, pero las novedades las guardamos, por eso la clave para poder interferir en la memoria es sorprender.
Lleva usted diez años investigando cómo mejorar la memoria de los estudiantes.
Con estudiantes desde la primaria hasta la universidad, es una investigación dentro de las escuelas. El resultado es que la sorpresa mejora el aprendizaje entre un 60% y un 200%.
Ha creado usted una oenegé.
Educando al Cerebro trata de unir el conocimiento científico y la educación. Damos charlas gratuitas a educadores, en Buenos Aires hemos llegado a tener en una clase de ocho horas a 3.000 profesores interesados en aprender cómo causar sorpresas y eso es muy gratificante.
¿Y cómo se hace?
Con estrategias muy simples, como sacar a los chicos del aula y darles una clase de ciencia debajo de un árbol o utilizar el humor. Esa variación de la rutina hace que la materia se grabe en el cerebro. Recuerdo que al finalizar una charla se me acercó una maestra ya veterana y me dijo: “Es la primera vez que pienso que mis alumnos tienen cerebro”.
¡…!
En ninguna instancia de la formación de los docentes se tiene en cuenta que los niños tienen cerebro y que este funciona de una determinada manera, ni cómo se guarda la información.
...Necesita agua para funcionar.
Cierto, pocas escuelas saben que las neuronas y sus redes necesitan hidratarse, o los ciclos de sueño: los cerebros adolescentes están dormidos a primera hora de la mañana, así que mejor no dar entonces las materias importantes.
La ciencia puede orientarnos.
Hemos evaluado este año cómo reacciona la memoria a esas pequeñas sorpresas con 8.000 estudiantes, y funciona.
Se puede conseguir que los otros tengan un buen recuerdo tuyo.
Basta con provocar experiencias sorpresivas, romperles la rutina. Te quedarás con el profesor que se subió a la mesa y se tiró al suelo para explicar la teoría de la relatividad (y con la teoría); y con los amigos que se salieron del molde.

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