viernes, 23 de diciembre de 2016

Cultivando resiliencia

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"La cueva a la que temes entrar guarda el tesoro que buscas" —Joseph Campbell

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Gracias a Austin Neill por la imagen (clic sobre ella para más info.)
La palabra modernidad puede ser asociada con muchas cosas, pero con seguridad una de las primeras que nos vienen a la mente es comodidad.
Aun si tenemos un presupuesto muy limitado, el confort del que disfrutamos hoy no estaba al alcance de los reyes hace un par de siglos.
No hablo de miseria, de pobreza extrema, pero hoy una persona considerada pobre goza de comodidades que ni los monarcas soñaron.
Medios de transporte, analgésicos, internet, electricidad, agua potable, ascensores, antibióticos, comunicaciones instantáneas, son algunas de las cosas que no estaban disponibles hace unos años y que ahora las consideramos normales.
Gozar de todo ello es un enorme privilegio, de ninguna manera estoy en contra del progreso y sus beneficios.
Sin embargo, por la modernidad y su exceso de comodidad pagamos un precio: nos ablanda, nos vuelve un poco flojos. Nos hace quejumbrosos.
Si el sol brilla con demasiada intensidad, ahí están las gafas de sol. Hace mucho calor, aire acondicionado. Mucho frío, calefacción. Te sientes un poco solo, Facebook y WhatsApp te arreglan el problema.
Los ascensores, controles remotos, escaleras eléctricas, puertas eléctricas nos ahorran mucho esfuerzo físico, pero también han tenido un enorme impacto negativo en nuestra salud. Las enfermedades relacionadas con el sedentarismo son una de las principales causas de muerte prematura.

En su gran libro Antifrágil el intelectual, académico e inversor Nassim Nicholas Taleb lo expone de esta manera:
Los romanos mantenían una extraña relación con la riqueza: tenían un concepto negativo de todo lo que «ablanda» o «calma»… les desagradaba el confort y conocían bien sus efectos secundarios.

Imaginémonos simplemente lo mucho que podríamos beneficiarnos de la perspectiva sustractiva en forma de endurecimiento personal: ni protectores solares, ni gafas de sol, ni zumo de naranja (solo agua), ni superficies lisas, ni refrescos con gas, ni píldoras complicadas, ni música a todo volumen, ni ascensor, ni exprimidor eléctrico, ni… ya paro.
A todos nos vendría bien crear un poco de incomodidad artificial en nuestras vidas y, de esta manera, cultivar fortaleza y aguante mental.
¿Por qué? Porque la vida es complicada y tarde o temprano vamos a tener que enfrentarnos a situaciones difíciles. No podemos esperar responder como fieras ante los problemas si siempre hemos permanecido entre algodones.
El poeta griego Arquíloco afirmó: “No nos elevamos hasta el nivel de nuestras expectativas, caemos hasta el nivel de nuestro entrenamiento".
Cultivar fortaleza mental es el entrenamiento que nos va a permitir afrontar los momentos decisivos con determinación y coraje.

¿Y cómo podemos hacerlo, cómo podemos desarrollar resistencia mental? Esta  pregunta se la hizo Tim Ferris al General de cuatro estrellas Stanley McChrystal, su respuesta está consignada en su nuevo libro Tools of Titans:
Lo primero es empujarte más allá de lo que crees que eres capaz. Encontrarás nuevas reservas dentro de ti mismo. La segunda es estar en grupos que comparten dificultades e incomodidades. Nosotros lo llamamos «privación compartida». Descubrirás que cuando has pasado por este tipo de entornos difíciles, te sentirás más fuerte en cuanto a las cosas en las cuales estás comprometido. Y, finalmente, crear un poco de miedo y hacer que las personas lo superen.
Ejemplos concretos de cómo fortalecer tu resistencia mental: entrenar un poco más largo o un poco más fuerte de lo acostumbrado, saltarse una comida, cuando hace frío abrigarse un poco menos, ofrecerse para presentaciones públicas en la empresa, levantarse mucho más temprano algunos días o todos, tomar las escaleras.
Las opciones son muchas, lo importante es trabajar para ir poco a poco forjando una mentalidad de gladiador. Imbatible. Inparable.

Y por hoy no es más mis queridos amigos. Nos leemos pronto. 

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