lunes, 30 de mayo de 2016

“A los hombres se nos niega la capacidad de sentir emociones”

http://www.lavanguardia.com/vida/20160526/402068710443/entrevista-ritxar-bacete-paternidad-positiva.html 
  • El antropólogo y especialista en políticas de igualdad Ritxar Bacete defiende una nueva masculinidad “más pacífica” y una paternidad “más justa”
“A los hombres se nos niega la capacidad de sentir emociones”

Optimista, antropólogo, trabajador social y especialista en políticas de igualdad, Ritxar Bacete (Vitoria-Gasteiz, 1973) ha acuñado el término de la “paternidad positiva”. Una idea que ejerce en su casa, con sus dos hijos pequeños y junto a su mujer, y que defiende en jornadas, proyectos sociales e iniciativas colectivas. Creó un programa pionero para hombres por la igualdad en Emakunde, el instituto vasco de la mujer. Y su meta es cambiar el mundo a través de la familia. “Planteo politizar la relación de pareja como un espacio de creación de nuevos modelos de masculinidad yfeminidad”, explica un hombre que, ante todo, aspira ser “un buen padre”.
1. ¿Qué es la “paternidad positiva”?
Es una resignificación de qué es ser padre, dotarle de contenidos contra hegemónicos. Cuando cogemos el diccionario la palabra padre se asocia a aquel que genera la estirpe, al responsable biológico… Queremos que ser padre sea una cosa más flexible y donde el cuidado sea un elemento fundamental. Ser padre es ser un ser humano cuidadoso, implicado, presente y con una relación emocional con sus criaturas. Padre biológico o no.
Hace falta generar un vínculo emocional positivo con el ejercicio del cuidado”
2. ¿Qué está pasando ahora para que surja esta corriente?
Tiene que ver con las mujeres, con su incorporación al ámbito laboral. La emancipación y el empoderamiento de las mujeres ha impulsado un cambio en un número significativo de hombres. No somos padres nuevos; padres empáticos, cuidadosos y afectuosos ha habido en todas las culturas y todos los momentos de la historia. Lo que pasa es que en las últimas décadas ha primado un padre autoritario por una idea hegemónica de masculinidad que se alejaba de lo emocional.
3. ¿Está la mujer más preparada para criar a los hijos que los hombres, tal y como se hace creer en algunos contextos?
El cuidado es tecnológico. El problema es que va asociado a unos valores vinculados a tener o no poder. Este es el quid de la cuestión. Cuando te desligas del cuidado tienes tiempo para hacer otras cosas: ser presidente del gobierno, del Barça, o de lo que tú quieras. Culturalmente, en el contexto judeo-cristiano, a quien se le adjudicaba esa capacidad de ostentar el poder era a lo masculino, a los hombres. No obstante, quien está preparado para cuidar es quien aprende a hacerlo y lo hace. El problema que tiene el cuidado es que son 24 horas al día, 365 días del año. Es más fácil que lo dejes de hacer porque es incompatible con el poder. Una persona cuidadora en nuestra cultura no puede ser poderosa, porque no tiene tiempo para serlo.
3. ¿Cómo deshacerse de esta encrucijada?
Hace falta generar un vínculo emocional positivo con el ejercicio del cuidado, que los hombres se identifiquen con las emociones positivas que comporta cuidar a alguien, sino no te quedas a cuidar a nadie. Y esto se hace construyendo identidades en las que las emociones tengan un papel importante.
Una persona cuidadora en nuestra cultura no puede ser poderosa, porque no tiene tiempo para serlo”
4. ¿Cómo se transmiten los valores de esta nueva masculinidad a los hijos?
Siendo espejos. Veo a mi hija y a mi hijo que repiten las contradicciones que yo creía que habían superado… Si quiero que mis hijos vivan mejor no debo estar pensando en abrirles una cuenta de ahorro para que estudien en una universidad muy lejos y hablen inglés desde los tres años sino darles aquel modelo de referencia que les da más oportunidades en la vida para decidir lo que quieran ser. Y no una estereotípica mujer o un estereotípico hombre. Esto se hace con hechos y no discursos. Es pactar con tu pareja, por ejemplo, quién coge el coche cuando sales de casa, quién está trabajando hasta tarde, quién se responsabiliza de limpiar… Es complejo y fácil a la vez.
5. ¿Se cambia así el patriarcado?
El patriarcado es como un ladrillo que construye muros en la posibilidad de ser hombre y mujer. ¡Qué bonito sería cuestionarlo! Que ser padre no sea quien lleve a los hijos a los partidos de fútbol o el que está fundamentalmente preocupado por traer el dinero a casa, sino que sea lo que cada ser humano decida ser. Mi sueño es alcanzar al ser andrógino; un ser humano completo, libre y que desarrolla todas sus capacidades, respondiendo a su llamada interior. Es quien quiere ser y que no está limitado por haber nacido con una vagina o un pene. Un buen padre es un hombre presente y pacífico, que ha renunciado a la legitimación de la violencia.
Bacete, en Barcelona, donde acude como ponente en las jornadas 'Paternatges corresponsables: situació actual i intervencions'
Bacete, en Barcelona, donde acude como ponente en las jornadas 'Paternatges corresponsables: situació actual i intervencions' (Gina Tosas)
6. Entonces, ¿influye esa transformación en la erradicación de la violencia machista?
Los hombres no tenemos menos capacidad de sentir emociones, pero esta capacidad está negada culturalmente. Y si niegas todas las emociones, eres como una olla a presión, que cuando llega el momento de afrontar conflictos, estallas. Para poder generar violencia tienes que ser capaz de controlar la empatía, es decir, una negación de las emociones del otro. Y esto se consigue repitiendo muchas veces: ‘los hombres no lloran’, ‘si te pegan pega’, ‘es una puta’, ‘es un marica’, ‘es un inmigrante’… En el momento en el que conviertes al otro ser humano en una no persona, ya no sientes. Al final ser hombre patriarcal es tremendamente tóxico y la humanidad no tiene futuro con él.
Mi sueño es alcanzar al ser andrógino”
7. ¿Qué debe renunciar el hombre en esta nueva masculinidad?
A tener tiempo para uno mismo. No puedes tener una práctica igualitaria sin ser consciente que tienes que renunciar a los privilegios que se te asignan por el hecho de ser hombre.
8. ¿Qué ganará a cambio?
Poder respirar profundamente, mirarse al espejo y poder decir, ‘soy un buen hombre’.
9. Has participado en varios estudios con parejas, ¿cuáles han sido las conclusiones?
La observación general es que pensamos que somos más guapos y más justos de lo que realmente somos. En realidad, los hombres hacemos menos en casa de lo que pensamos y creemos que ellas hacen menos de lo realmente hacen. Y hay tareas, como limpiar los baños o la ropa de las criaturas, en los que los hombres no participamos. Pensamos que estamos en un contexto de ideología igualitaria, pero seguimos haciendo prácticas que no lo son. No obstante, en los recientes datos de uso del tiempo se ve que en los últimos 20 años los hombres hemos pasado de una hora semanal dedicada al trabajo doméstico a siete. Sí que ha habido una revolución muy importante. Pero claro las mujeres han pasado de estar un 30% en el mercado laboral a un 62%. Y esta es la clave: hay mujeres y hombres con una consciencia feminista muy alta que reproducen patrones clásicos. Porque ellos ganan 3.500 euros en un puesto buenísimo y ellas trabajan a tiempo parcial. La relación con el mundo del trabajo es fundamental.
El hombre patriarcal es tremendamente tóxico y la humanidad no tiene futuro con él”
10. ¿Acompaña el contexto laboral en la transformación que propones?
Si los puestos de trabajo que ocupan las mujeres siguen siendo a tiempo parciales y con peores sueldos y condiciones, cuando tengas una criatura, ¿quién dejará de trabajar? El que cobre menos. Hoy día quienes dejan de trabajar o se toman una reducción de jornada siguen siendo las mujeres, en un 93%. O cambiamos los elementos estructurales a la vez que cambiamos las consciencias o el avance va a ser limitado. Los permisos de paternidad son claves para que se deje de asociar a las mujeres con la opción de dejar el trabajo. Elegí el concepto de paternidad positiva porque gana la persona y gana el propio sistema: cada vez está más demostrado que las empresas que mejor funcionan son las que permiten que sus trabajadores puedan combinar su faceta de trabajador y de cuidador. Sienten una mayor lealtad, trabajan mejor y con más alegría, son más eficaces y productivos. Para ello, es fundamental que haya cambios tanto legislativos como en la cultura laboral. Hagamos de los valores feministas una reivindicación propia. Por ejemplo: ¿por qué no en vez de negociar una subida salarial acordamos horarios más flexibles, espacio de cuidado en las empresas o la posibilidad de teletrabajo? Nada de eso es una quimera.

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