viernes, 29 de abril de 2016

No, no es cuestión de talento; es cuestión de querer

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"Ninguna característica del cerebro o del cuerpo impide a un individuo alcanzar un nivel experto"

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Con escasos siete años el joven Mozart no paraba de asombrar a todo el mundo. No solo era su excepcional capacidad para tocar el violín y el piano, dentro de su asombroso repertorio de talento tenía otro truco igual de sorprendente: El Tono Perfecto.

El Tono Perfecto (también conocido como el Oído Absoluto) es la inusual capacidad que tienen algunas personas de identificar cualquier nota sin la ayuda de una nota referencial. Mozart podía saber qué nota estaba escuchando incluso sin saber el instrumento que la producía. Más aún, tampoco tenía que estar en la misma habitación para identificar el sonido con absoluta precisión.

Esta capacidad no se limitaba sólo a identificar las notas que producían instrumentos musicales, de igual manera podía distinguir las notas en los sonidos que producían los relojes de pared, las campanas y hasta en los estornudos.

El Oído Absoluto es una rarísima cualidad que estiman los científicos posee una de cada 10.000 personas. No obstante, durante mucho tiempo se ha debatido si esta capacidad es innata o aprendida.

Gracias a un experimento diseñado de forma brillante, el cual fue publicado en 2014, el debate sobre el origen genético del oído perfecto ha concluído.

El psicólogo japonés Ayako Sakakibara reclutó a 24 niños de edades entre edades de 2 y 6 años, y durante meses recibieron un entrenamiento que buscaba enseñarles a identificar los sonidos de 14 cuerdas de un piano.

Algunos niños completaron el entrenamiento en menos de un año y otros tardaron hasta año y medio. Después de completar el entrenamiento, los 24 niños habían desarrollado el Oído Absoluto.

Lo que el investigador japonés pudo demostrar es que el genio de Mozart está al alcance de cualquiera que reciba el entrenamiento adecuado. Gracias a que el padre de Mozart era el mismo un músico destacado, el niño prodigio tuvo la oportunidad de ser entrenado desde una edad muy precoz (las investigaciones apuntan a que es muy difícil desarrollar el Oído Absoluto después de los seis años). El entrenamiento temprano fue el factor que hizo posible el extraordinario desarrollo del talento de Mozart.

El hecho de que el Oído Absoluto pueda ser desarrollado por cualquiera no significa que Mozart no haya nacido con un don. En efecto, nació con uno. No obstante es un don con el que nacemos todos y se conoce como neuroplasticidad.

El cerebro de los niños (también el de los adultos, pero en menor medida) tiene la capacidad de modificar su cableado en función de los estímulos y el entrenamiento recibido. Las neuronas pueden formar nuevas conexiones entre sí, lo cual le permite al cerebro adaptarse al adiestramiento y crear capacidades que pueden parecer mágicas para todos aquellos que no hemos practicado de la misma manera.

Anders Ericsson, el experto mundial en los factores que conducen a un desempeño superior y responsable de la creación de conceptos como las 10.000 horas y la práctica deliberada, hace eco en su apasionante nuevo libro Peak del experimento realizado por Sakakibara y concluye lo siguiente:
El mensaje claro tras décadas de investigación es que... el don principal que las personas  “dotadas” tienen es el mismo que todos tenemos: la adaptabilidad del cerebro y del cuerpo humano.

[...]

Hoy entendemos que no hay tal cosa como una capacidad innata. El cerebro es adaptable, y el entrenamiento puede crear habilidades —como el Oído Absoluto— que no existían antes. Este descubrimiento lo cambia todo, ya que convierte a la práctica en un instrumento que permite crear habilidades en lugar de ser una forma de ayudar a las personas a que saquen provecho de sus habilidades innatas. En este nuevo mundo ya no tiene sentido pensar que la gente nace con reservas fijas talento; en cambio, el potencial es un recipiente expandible, formado por las diferentes cosas que hacemos a lo largo de nuestras vidas. El aprendizaje no es una forma de alcanzar su potencial, sino más bien una forma de desarrollarlo. Podemos crear nuestro propio potencial. Y esto es cierto tanto si nuestro objetivo es llegar a ser un pianista de concierto o simplemente tocar el piano lo suficientemente bien como para divertirnos a nosotros mismos, para unirse a la gira de golf de la PGA  o simplemente mermar nuestras deficiencias un poco.
Para los que somos padres esta es una estupenda noticia, ahora sabemos que nuestros hijos pueden alcanzar un desempeño superior en casi cualquier cosa que se propongan. Su límite está determinado por el esfuerzo que estén dispuestos a realizar y por la calidad del entrenamiento que reciben.

Sin embargo, las investigaciones de Ericsson también nos crean un problema: se nos acabaron las excusas. Ya no vale ‘es que eso no se me da bien’, nuestro cerebro es una máquina maravillosa que nos permite aprender, con el entrenamiento apropiado, cualquier cosa que nos propongamos y alcanzar un desempeño sobresaliente. Ahora ya nada nos detiene.

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