Recomiendo a todo el mundo que realice la siguiente experiencia: pasar un rato en un parque infantil observando a los niños y especialmente a sus padres. Comprobará que la palabra más repetida es CUIDADO:
¡Cuidado! ¡Bájate de ahí!
¡Cuidado, no corras!
¡Cuidado, que te vas a caer!
Desde niños nuestros padres nos transfieren sus miedos. Con la mejor de las intenciones, por nuestra propia seguridad, buscan protegernos. Indirectamente, nos enseñan a sentir aversión por el riesgo: los extraños son peligrosos, intentar cosas nuevas es peligroso, salirnos de lo cotidiano y conocido es peligroso. Como resultado,vivimos prisioneros de lo conocido.
Vivimos instalados en nuestra zona de confort
La zona de confort representa nuestro mundo conocido, en el que nos movemos con seguridad, haciendo todo aquello con lo que nos sentimos cómodos. Nos encontramos tan a gusto dentro de esa zona que haremos todo lo posible por no salirnos nunca de ella. El precio por vivir permanentemente instalados en nuestra zona de confort es que se detiene nuestro crecimiento, como una planta a la que la maceta se le queda demasiado pequeña. Todo aprendizaje se paraliza. El miedo se transforma en la fuerza centrípeta que nos arroja al centro de esa zona de confort.
Solamente arriesgándonos podremos salir de nuestra zona de confort. Es cierto que cada vez que abandonamos esa zona las cosas pueden salir mal. Tememos el fracaso. Cometemos el error de identificarnos con el resultado de nuestras acciones. Nos valoramos en función de nuestros logros. En lugar de reconocer nuestro valor intrínseco como personas, nos asignamos mayor o menor valor en función de qué hemos logrado en la vida y cómo nos han ido saliendo las cosas. De ahí que si fracasamos en cualquier nueva empresa tendamos a considerarnos unos fracasados.Equiparamos fracasar a ser un fracasado. Esta errónea valoración hace que prefiramos la aparente seguridad de la zona de confort, donde nada puede salir mal porque todo es conocido y está bajo control. Sin embargo, buscar siempre la seguridad a toda costa es a la larga la estrategia más arriesgada porque si no nos arriesgamos, nunca alcanzaremos nuestras metas. Peor aún, podemos apuntar tan bajo que las alcancemos todas. Viviremos en una permanente mediocridad. Iremos tirando, como suele decirse.
Si nunca has fracasado, entonces no has vivido
Por el contrario, si aceptamos los desafíos con el consiguiente riesgo, aumentaremos paulatinamente nuestra zona de confort. Cuantas más nuevas acciones emprendamos y cuanto más nos lancemos a experimentar, mayor será nuestro aprendizaje y crecimiento. Paralelamente, comprobaremos cómo va aumentando nuestra zona de confort. Nos sentiremos más libres, más plenos, con mayor autonomía.
La persona que reconoce que la vida es riesgo:
  • No sigue las reglas: las escribe.
  • No se guía por las opiniones ni expectativas de los demás: se guía por sus propios valores internos.
  • No se acomoda en su zona de confort: arriesga, busca la aventura, afronta lo desconocido.
  • No quiere agradar a todos: sigue su propio criterio.
  • No busca ajustarse ni amoldarse: sobresale.
  • No cree en manuales, fórmulas, métodos: improvisa y crea.
  • No cree en límites: cree en sí mismo.
  • No se ve afectado por éxitos ni fracasos: vive la vida a su manera.
  • Ama lo que hace y hace lo que ama.
  • No se valora por el resultado de sus acciones: se valora por ser él mismo.
  • No se culpa por el pasado ni se preocupa por el futuro: encuentra la felicidad en el momento presente.
  • Ve cada día como un nuevo regalo.
  • No se lamenta ante las circunstancias o experiencias adversas: las transforma en oportunidades de enriquecimiento y crecimiento.
¡Haz cada día algo que te obligue a salir de tu zona de confort! Verás cómo tu mundo se vuelve más bello.
Al fin y al cabo, la vida es riesgo.
[¿Quieres aprender a agrandar tu zona de confort y aceptar riesgos cuando hablas en público? Bucea en las páginas de nuestro último libro El Superhéroe de las Presentaciones.]

DIÁLOGO ABIERTO

¿Y tú? ¿Qué estrategias sigues para salir de tu zona de confort y ensanchar tu zona de aprendizaje?
[Créditos: magen de cabecera diseñada  para este artículo con elementos de Shutterstock]