jueves, 26 de noviembre de 2015

Talento vs. Práctica ¿Quién ganará?

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"El talento es más barato que la sal de mesa. Lo que separa a un individuo talentoso de uno exitoso es un montón de trabajo duro" —Stephen King

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César Rodríguez
Es muy común que cuando hablamos de grandes logros, de personas que hicieron cosas excepcionales, aparezcan palabras como genio, talento, don.

Esta inclinación a explicar el éxito como producto de la suerte, destinado sólo a aquellos que fueron favorecidos por la lotería genética, lo único que hace es imponernos falsas limitaciones.

La historia de César Rodríguez, relatada en el libro Maestría de Robert Greene, es una muestra de lo que se puede conseguir si perseguimos nuestros sueños con determinación fiera.
Después de graduarse en 1981, César Rodríguez decidió entrar en el programa de formación de pilotos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Pero pronto tuvo que enfrentarse a una dura realidad: no estaba naturalmente dotado para volar un jet. A algunos de sus compañeros se les conocía como los "chicos dorados". Ellos parecían tener un don especial para volar a altas velocidades. Estaban en su elemento.

​Desde siempre Rodríguez había querido volar, tenía la ambición de convertirse en un piloto de caza, la posición más alta y codiciada dentro de la fuerza aérea. Pero nunca alcanzaría ese objetivo a menos que se las arreglara para alcanzar el nivel de habilidad de los chicos dorados. Su problema era que se abrumaba rápidamente por el exceso de información que un piloto tenía que procesar. La clave, crear un patrón de una lectura rápida de todos los instrumentos, una mirada aquí y otra allá, sin perder de vista su posición general en el cielo. Desorientarse podría resultar fatal. Para él, esta capacidad de exploración sólo llegaría  a través de interminables horas de práctica en el simulador y en vuelo, hasta convertirla en un proceso automático.

Rodríguez había practicado deportes en la escuela secundaria y sabía el valor de la práctica y la repetición, pero esto era mucho más complejo que cualquier deporte o cualquier habilidad que había tratado de dominar...Todo esto requiere cálculos mentales extremadamente rápidos. Los chicos dorados dominaban estas maniobras al instante. Rodríguez, en cambio, necesitaba de una concentración intensa y de múltiples repeticiones.

[A pesar de las desventajas, Rodríguez no perdía el entusiasmo] lo motivaba la gran emoción que sentía estar al mando de un avión de este tipo y trabajar con el equipo, y, por otra parte, también lo motivaba el desafío. Se había dado cuenta que mientras practicaba para conseguir controlar la nave y las distintas maniobras, había desarrollado un poder intenso de concentración. Podía desconectarse de todo y sumergirse completamente en el momento. Esto hizo que cada nuevo conjunto de habilidades fuera un poco más fácil de dominar.

Poco a poco, a fuerza de tenacidad y práctica, llegó a la cima de su clase, y fue considerado como uno de los pocos que podían servir como pilotos de combate... Rodríguez empezó a notar una pequeña brecha entre él y los chicos dorados. Durante tanto tiempo habían confiado en sus habilidades naturales, que no habían cultivado el mismo nivel de concentración que ahora él poseía. En muchos sentidos, los había superado.

​Después de participar en algunos ejercicios de práctica, Rodríguez se había elevado a la categoría élite.
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La habilidad de Rodríguez pronto se vería puesta a prueba en la vida real, en el campo de batalla.
La mañana del 19 de enero de 1991, Rodríguez y su compañero de flanco, Craig "Mole" Underhill, volaron a Irak como parte de una fuerza de ataque de treinta y seis aviones. Era su primera experiencia real de combate.

Volando en sus respectivos F-15, él y Mole, rápidamente vieron un par de cazas MiG iraquíes en la distancia, y decidieron perseguirlos. En cuestión de segundos se dieron cuenta de que habían sido atraídos a una trampa, y los perseguidores ahora eran perseguidos.
Rodríguez Y Mole realizaron de manera coordinada y con gran maestría una serie de maniobras que en menos de cuatro minutos terminaron el combate, dando de baja a sus dos atacantes.
Las maniobras evasivas que ejecutó contra el primer MiG asombraron a sus superiores, fueron muy rápidas y eficaces. Su conciencia durante el combate debe haber sido excepcionalmente aguda; había dado la vuelta a la cola de su oponente en ciclos cada vez más rápidos, sin perder nunca de vista que el suelo del desierto se estaba acercando. ¿Cómo podía explicar todas estas maniobras? No podía, apenas si podía recordar algo.
Rodríguez derribaría otro avión más en la operación Tormenta del Desierto, y otro en la campaña de Kosovo de 1999, hoy es el piloto con más derribos de la historia reciente de la aviación norteamericana, lo que le valió el apodo de “El Último As Americano”.

La historia de César Rodríguez es una prueba de lo que la determinación y la disciplina pueden alcanzar. Si, el talento natural existe, pero su aporte hacia la maestría resulta insignificante comparado con la cantidad de esfuerzo que es requerido.

Un nivel de desempeño extraordinario está al alcance de todo aquel que esté dispuesto a pagar por él con esfuerzo y perseverancia. todos podemos ser los 'Aces' de nuestra vida

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