viernes, 29 de agosto de 2014

Deporte y personalidad

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Elegir un deporte es también escoger una forma de ser. Cada disciplina tiene su particular forma de repercutir en la personalidad de cada uno y el papel de la educación familiar y la trayectoria escolar es fundamental. El aprendizaje, el éxito y la enseñanza son otros condicionantes

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Deporte y personalidad
¿El deporte puede moldear la personalidad de un ser humano? Es una pregunta que nadie se hubiera hecho varias décadas atrás, pero los tiempos cambian. Y las investigaciones científicas avanzan a un ritmo parecido al del atleta jamaicano Usain Bolt. Diversos autores como John KerrMihály Csíkszentmihályi –creador del popular concepto 'fluir'– y Jean Coté han construido los puentes entre la creatividad, la felicidad, la sociabilidad, la violencia y el deporte. Todos estos vínculos, antes impensados, cobran hoy un interés inusitado en los círculos académicos y, obviamente, en los campo de juego. Distintos profesionales opinan y echan luz sobre un tema apasionante. Todos, en mayor o menor medida, coinciden en lo mismo: existe una relación estrecha entre deporte y personalidad que modifica nuestra forma de ser.
Varios especialistas consideran al deporte como un espacio heterogéneo, abierto y amplio, donde lo físico es sólo una de las partes que se pueden ejercitar y estimular; lo intelectual y los valores también forman parte de la experiencia y son aspectos sobre los que se debe trabajar y hacer hincapié. Una perspectiva integral. Es el caso de Susana Hernández, psicóloga cognitiva conceptual y directora de HDZ Consultora: "El deporte es un vehículo no sólo para entrenar distintas habilidades físicas sino también para entrenar diferentes competencias o habilidades humanas, como lo son las relaciones sociales, el compañerismo, la solidaridad, el trabajo en equipo, la disciplina, entre otras –añade Hernández–. En ese sentido, la práctica de un deporte moldea determinados rasgos de la personalidad. En un estado de generación de máxima adrenalina y aumento de la ansiedad, propia de una competición, se pueden alterar ciertas cualidades de uno, como la manifestación de la ira, el miedo o la autoconfianza, que uno no sabía que tenía".
Sin embargo, hay algunos profesionales que matizan esta relación directa. Consideran que los deportes actúan sobre una base fisiológica preestablecida y sobre la educación –familiar y escolar– que haya recibido el sujeto. Una visión más parcial. "La práctica de cualquier deporte no cambia la personalidad, en general acentúa ciertos rasgos que ya están alojados en el individuo o que se van moldeando en el comienzo de la práctica deportiva", apunta Pablo Arnáldez, deportista argentino de élite en hockey sobre hierba. "Es durante la infancia y la adolescencia cuando ejercen gran influencia los entrenadores que representan figuras de autoridad muy importantes que tienen gran participación en las etapas de formación de la personalidad". En la misma estela, Antonio del Cerrodoctor en Psicología y profesor de la Universitat de Barcelona, aclara: "El deporte permite aflorar emociones, y el individuo que lo ejercita puede aprender a gestionarlas. Aquí hay que tener en cuenta que el deporte se practica a partir de unas normas y reglas, y puede que estas reglas sean causantes de determinadas formas de comportamiento".
Aprendizaje
Otro tema de debate es si el deporte repercute en nuestra personalidad durante todo el ciclo vital o sólo durante un tiempo determinado. El proceso de enseñanza y asimilación por parte de los sujetos ¿es constante o sólo se acota a las franjas de la vida más permeables como la infancia o la adolescencia? En este punto también hay disidencias. "El deporte puede forjar la personalidad de una persona entre los primeros años de la infancia y la escuela primaria de un niño, y se afianza en la pubertad y adolescencia –afirma Susana Hernández–. Y esta etapa, la juventud, es trascendental porque no sólo se elige definitivamente el deporte que se va a practicar como deporte primario, sino también se construyen relaciones de amistad y experiencias que quedan marcadas a fuego para toda la vida".
Mientras tanto otros conocedores del tema, como Verónica Morales Sánchez, coordinadora del máster de Investigación en Actividad Física y Deporte de la Universidad de Málaga, interpretan que "la socialización deportiva puede abarcar todo el período biológico. Se puede comprobar en los programas deportivos municipales a los que asisten jóvenes y ancianos". En otras palabras: hasta que el cuerpo, en todos sus sentidos, diga basta.
Para Antonio del Cerro, el aprendizaje dura según cada uno. Es algo personal. Relativo. "Depende hasta dónde cada uno sepa trasladar, del campo de juego a la vida personal, todas esas experiencias positivas". Por ende, no se trata de un lapso predeterminado sino de la habilidad de cada individuo para alimentar y enriquecer su día a día con todo un conjunto de competencias absorbido en la competición o entrenamiento, y viceversa. Cuando uno ya no sea capaz de transportar todas las vivencias de una esfera a otra, será cuando se acabe la construcción de la personalidad, por lo menos por parte del deporte. 
Ahora, a raíz de lo anterior, otro interrogante que surge es si existe un patrón en común que una a los que practican deportes y, al mismo tiempo, los diferencie de los que no lo hacen. O sea, ¿en qué se puede diferenciar un niño que desde sus primeros pasos ha practicado alguna competición organizada y uno que no? ¿Se abre una brecha entre ambos? "La práctica bien instrumentalizada permite que los niños y jóvenes adquieran hábitos y valores que de otra forma sería difícil asimilar, como por ejemplo el trabajo en equipo, el afán de superación. Esta es una gran diferencia con los no deportistas. Pero cuando no hay una correcta planificación, el deporte se vuelve en contra de los deportistas", advierte Verónica Morales Sánchez. No se trata solamente de inculcarles la costumbre a los niños sino que se debe hacer de manera correcta y programada. De lo contrario, puede ser contraproducente. "Como en todo grupo, y hablo del grupo de los tenistas por ejemplo o el de los futbolistas, hay factores de pertenencia que les son propios. Dichos factores son los códigos de convivencia e interrelaciones sociales propios de cada deporte –describe la psicóloga Susana Hernández–; el folklore del deporte en cuestión que hace que los deportistas presenten determinadas actitudes que son propias a ese deporte".
Estereotipos
En el imaginario colectivo se suelen asociar ciertas disciplinas (boxeo, karate, rugby, fútbol americano...) con la violencia. Esto produce inmediatamente un prejuicio sobre todas aquellas personas que las practican. Agresivos, brutos, insensibles, prepotentes, son algunas de las ominosas etiquetas que se le colocan. Pero ¿tienen algo de ciertas todas estas codificaciones? "En todos estos deportes hay que saber diferenciar la agresividad positiva (que permite al jugador conseguir sus objetivos) de la negativa (zancadillear a un rival). Agresión y violencia son distintas", comenta Antonio Hernández Mendo, profesor titular de Psicología del Deporte en la Universidad de Málaga. "Las personas violentas parece que están más relacionadas con los modelos de socialización (padres, madres o agentes de socialización) y con estructuras nerviosas y hormonales", agrega. Primer mito derribado. No hay una correlación directa entre deporte y violencia. Claro que, en ciertas ocasiones, puede darse. Pero de ninguna manera es un patrón que haya sido corroborado empíricamente, sino algo más aleatorio, fortuito.
Si bien el deporte no genera personas más violentas, algunos especialistas no descartan que algunos sujetos con atributos en concreto escojan especialmente algunas doctrinas en particular. "En realidad, que una persona elija deportes de choque está relacionado más que nada con el tipo de personalidad que posee: vehemente, apasionada, impetuosa, etcétera; y lo que en el imaginario popular ese deporte representa: poderío, pertenecer a determinado estatus, generación de imagen fuerte y segura", indica Susana Hernández. Y los estudios también van en este sentido. Así lo indica el periodista Pablo Arnaldez: "Hasta hoy los trabajos académicos sostienen que, en general, las personas con elevados niveles de agresividad se muestran inclinadas a elegir los deportes combativos; los extrovertidos optarán más probablemente por los deportes de equipo y los introvertidos por los individuales. Esta hipótesis está muy avalada por las estadísticas".
Las actividades individuales, como el tenis, el golf o la natación, no sólo están vinculadas con personalidades competitivas y solitarias, también fraguan sujetos metódicos, disciplinados y apasionados. Esto se debe a que saben que todo el ritual está estrechamente ligado a su dedicación y a su esfuerzo. No dependen ni están sujetos al rendimiento de unos compañeros de equipo. Sólo se encuentran él y su cabeza, por lo que la concentración pasa a ser una pieza sustancial en esta clase de atletas. Algo indispensable que se debe entrenar todos los días. Resulta elocuente, entonces, que luego, en su vida diaria, tengan facilidades para abstraerse y focalizarse en un objetivo. Simplemente están continuando y prolongando el aprendizaje incorporado.
Con el éxito ¿a todas partes? Son innumerables los casos de deportistas que han triunfado en su carrera y, luego, han utilizado ese capital en otros campos, como la política, el periodismo o los negocios. Sacan partido de todo su bagaje, y de esta manera se insertan con un valor añadido que les posibilita marcar la diferencia y alcanzar rápidamente las metas anheladas. Varias son las empresas que ponen la mira en ellos y los aguardan al lado del terreno de juego para recibirlos cuando las canas y las arrugas les digan basta: "Hay compañías que tienen en cuenta el currículum deportivo. Son muchas las firmas que contratan a deportistas de élite ya que son personas con altas capacidades para afrontar situaciones de máxima tensión y poseen estrategias para enfrentarse al estrés producido por estas circunstancias", argumenta el profesor Antonio Hernández Mendo.
Es cierto, sin embargo, que no todos los deportistas exitosos pueden metabolizar toda la fama adquirida en el campo de juego. Los logros, los laureles, la popularidad, inciden de manera distinta en cada personalidad. Hay que ser cauteloso con la fórmula que asegura que un deportista exitoso es igual a un hombre exitoso en cualquier esfera posterior porque en varios casos no se ha cumplido. "Hay evidencias de cómo deportistas que han sido correctamente socializados pueden tener un estilo de vida distinto a deportistas de éxito que no han tenido una correcta socialización. Ejemplo: Maradona contra Pelé –aclara Hernández Mendo– Un deportista de éxito correctamente socializado puede convertirse en un gran profesional al contar valores a los que otras personas no han accedido. Puede haber diferencias, pero insisto: dependerá en un alto porcentaje de la socialización". Es decir, que dependerá de la historia de cada uno.
El diván en la actualidad
La presencia de psicólogos deportivos es un fenómeno en auge. Cada vez se reconoce más la importancia de lo psíquico. Hoy, todo equipo de élite cuenta con uno. Compañerismo, confianza, concentración, autoestima, algunos de los asuntos que trabajan. Todos cimientos esenciales para cazar la gloria. "El psicólogo es una pieza fundamental en un equipo deportivo porque es el encargado de dejar claro el contrato colectivo. A través de él los jugadores sintonizan la conducta y los objetivos grupales. Además, es la correa de transmisión entre el yo y el nosotros", destacaMiguel García Lombardi, psicólogo social y deportivo. Por otra parte, Hernández Mendo asegura que "si el equipo es de iniciación, permitirá que se lleve a cabo una correcta socialización y, además, ayudará a los técnicos a ser educadores ya que el deporte de base es un proceso más de educación".


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