educacion¡Se habla tanto de lo digital en la escuela! Que
la Khan Academy, que la inclusión social, que la
 conectividad, que las apps, que Corea, que las redes
 socieles cerradas, que los tablets, que la pedagogía y 
que los maestros y que los alumnos y que PISA y que lo 
de más allá. 
Tanto que se habla y tan poco que se hace, 
¿verdad? ¿Será que lo uno es determinante de
lo otro? Creo que sí. 
Hablar muchas veces obtura el hacer. Discutir, ponderar, predicar, evaluar, especular,
reflexionar, probar, analizar y sopesar en general, que son buenos verbos para el sentido común,
caros a la democracia y a la ciencia y adictivos en el mundo académico, tal vez ahora nos
estén jugando la mala pasada; nos están confundiendo. 
Facebook discutió poco y se impuso mucho. Esa es la inversión digital. Recién ahora que
Facebook es la de los mil millones empieza el debate social sobre Facebook. Pero antes que 
el debate, vino la acción arrasadora, que podemos llamar también el tsunami digital. Lo mismo 
que con Google, lo mismo que con Amazon y Wikileaks y Firefox y Wikipedia y Mercado Libre:
antes de discutir el sentido y el valor de cada uno y las prácticas sociales esenciales que
 cada quien redefine, ellos fueron al frente, se impusieron y capturaron esa “necesidad social
oculta” que los hizo explotar hasta niveles planetarios y a valores inauditos. 
Y ahora sí los discutimos, y está bien; y ellos ahora también se discuten a sí mismos. Pero recién 
ahora, es decir, después. No presencié ni me enteré del debate previsor sobre si Wikipedia es
buena o no para la sociedad del siglo XXI. Buena, regular o mala, es ahora, sobre hechos 
consumados, que discutimos Wikipedia, la ponderamos, predicamos, especulamos y demás… 
El sistema educativo hace al revés, es decir, no hace. Hace como que hace y no hace. 
Y empieza por discutir y debatir. Y con eso se arriesga hasta lo indecible y no se da cuenta.
Debate todo el tiempo qué pasaría si hiciera… a puertas cerradas, endógenamente. 
El tsunami digital ya está ahí, ya pasó –incluso- y nos dejó lo que nos dejó. Pero los 
maestros todavía discutimos si habrá tsunami y, sobre todo, si  será útil, conveniente,
necesario, potenciador, adecuado, pertinente, eficiente e integrado con los modelos 
pedagógicos, institucionales y operacionales de los sistemas educativos imperantes. Como 
si así fueran los órdenes; como si tuviéramos esa posibilidad. Llevamos un delay conceptual
 inaudito. 
Olvidamos las inversiones; olvidamos que así no son las cosas. ¡Debemos salvarnos! 
Porque la densa atmósfera digital que nos envuelve, que trae de lo bueno y de lo otro y que
nos redefine, presiona y presiona los vidrios de las ventanas del sistema educativo. Ya tocó 
educadamente la puerta mil y una veces y no abrimos. Lo queramos o no, el virus digital nos
tomó los recreos, los baños, los parques, las casas, los celulares, las calles, los espacios
debajo de los pupitres y de las faldas y las últimas filas del salón. Sin embargo, nosotros seguimos
con que a ver, con que cuándo, que cómo, que en qué proporción, en qué momento, bajo qué
conducción y con qué software, y así… 
O nos enteramos o seremos arrasados, si ya no lo hemos sido. Manejamos falsas opciones; 
ponderamos escenarios caídos. 
En definitiva, el debate digital en educación no es que si nos digitalizamos o no, es cómo y en qué 
sentido lo hacemos, pero sobre la ola misma. La escuela, que todo quiere regularlo, no regula estas
olas; la escuela –en todo caso- tiene la oportunidad de conducir su tabla de surf. A la escuela,
que nada sabe de aquello de dejarse llevar, de trabajar con la fuerza ajena, le toca aprender 
a toda velocidad; redefinirse, vamos a decir. Conviene recordar que la escuela es una institución 
humana, no una instancia divina. No estamos discutiendo (por amor de Dios!) si hay o habrá olas
digitales, sino cómo las surfeamos. Es otro debate. Debemos invertir nuestra posición y recolocar 
nuestras expectativas. Porque si no, si no discutimos cómo surfearlas y sobre todo si no 
aprendemos a surfear, las mismas olas digitales que podrían impulsarnos nos pasarán por
encima y podrán cargarse hasta las instituciones. 
La escuela tiene que entender que esta vez no controla ni manda. Eso es bueno para el sistema
educativo? No sé, pero es. Y asumir que es, nos da la posibilidad de volverlo bueno para
nosotros, los maestros y educadores. Twitter –por ejemplo-, que desborda de estupideces, sirvió 
también para derrocar al dictador. 
La escuela no sabe cómo gestionar lo que no controla y se asusta. Ella incluso cree -a veces- 
que está mandada a controlar. Pero en los ambientes digitales, ya no controla la interacción 
social, no controla ni monopoliza el saber, no maximiza el frente y la palabra magistral, no
verticaliza los procesos políticos del aula y la institución, no sabe todo lo que pasa, no baja línea
y no se acaba en sus paredes, sus cámaras y sus celadores. Y cuando la escuela no controla,
no se reconoce; y cuando no se reconoce, pierde identidad y así va siendo… 
Estamos ante un fenómeno liminar. La escuela no escolarizará lo digital ni lo digital se avendrá. 
El duelo es más profundo y los pronósticos no refieren a quién ganará, sino directamente a 
cómo será el nuevo modelo. Inversiones profundas, como se ve; apelación firme a nuestra 
capacidad de reposición intelectual. 
Yo soy optimista. Lo soy porque estoy convencido de que la escuela que defendemos ya 
tiene pocas fortalezas (PISA me avala, inclusive) y lo soy también porque lo que se viene trae 
cosas que me interesan muchísimo para el aula y nuestros niños. Valga como ejemplo esa
interacción compulsiva entre los usuarios que trae el entorno 2.0; y de ahí cómo éste 
empuja a la producción, a la coproducción, a la colaboración y demás; cómo todo encarna y se 
hace propio para cada quien. Aprendizaje significativo, que le llamábamos. 
Cuando titulaba INVERSIONES EN EDUCACIÓN lo hacía con total deliberación, así me leen.
 Pero los he defraudado, embaucado, traicionado; usé las expectativas más comunes para
introducir mi mensaje. No hablé de dineros, ni de tasas, ni de PIBs y los traje a mi molino. Mis 
disculpas, pero en tiempos turbulentos y urgentes, necesitamos de estos trucos y de las 
provocaciones. Si no… 
Estas son las inversiones de las que quería hablar: invertir los órdenes de los procesos y lo 
debates y poner lo digital adelante, como dato, para entonces nosotros surfear encima y definir
con arte, elegancia y armonía, aún en el riesgo, cómo lo hacemos y por dónde. No es una mala 
propuesta, ¿verdad? Positiva todo lo que tan mal cargado traemos hace tiempo en esto de la 
educación y la tecnología.