sábado, 26 de noviembre de 2011

¿El sexo? No, la autoestima es mucho más importante

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¿El sexo? No, la autoestima es mucho más importante
"La neurociencia necesita de la experiencia clínica del psicoanálisis". (Corbis)

Marta Matute  26/11/2011  (06:00h)
La figura de Sigmund Freud, el hombre que interpretó los sueños, se sumergió en las tortuosas aguas del inconsciente e intuyó el funcionamiento de las emociones, sigue despertando una enorme admiración en el mundo occidental casi 70 años después de su muerte. Ni el tiempo ni las críticas han logrado oscurecer su gigantesca figura. Por eso, y porque su vida estuve preñada de dramáticos acontecimientos, el padre del psicoanálisis resucita cada cierto tiempo, como el ave fénix, para recordarnos que nada ni nadie logrará apagar su poderoso influjo en el pensamiento occidental del siglo XX. En esta ocasión, uno de los episodios más dolorosos de su vida, su ruptura con Carl Gustav Jung, llega a las pantallas españolas de la mano del director de cine canadiense David Cronenberg, que ayer estrenó Un método peligroso, con Viggo Mortensen en el papel protagonista.
Pero si la influencia del psiquiatra vienés no se ha desvanecido, más discutible y discutido es el psicoanálisis, ese bellísimo edificio teórico que Freud construyó de la nada para explicar el comportamiento del ser humano y sus neurosis. “No es fácil leer a Freud, y son muy pocos los que han disfrutado con sus ensayos. Sin embargo, su impacto en el pensamiento filosófico occidental, en la sociología y en la literatura ha sido impresionante y se renueva cada día. Su modelo teórico es impecable, otra cosa es la utilidad de su praxis”, afirma Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital de Burgos.
Nadie niega al maestro la genialidad de haber desentrañado ese ‘otro’ yo que denominamos inconsciente, pero estamos en pleno siglo XXI y para algunos ciudadanos el llamado complejo de Edipo, y todo ese asunto de la ansiedad de la castración y la envidia del pene, pueden resultar explicaciones demasiado alambicadas de la realidad, como la afirmación de que todo lo bueno y todo lo mano del ser humano es la expresión o represión de una pulsión sexual “porque el descontrol de la sexualidad y la destructividad son siempre secundarios respecto de la falta de autoestima y del bloqueo en la utilización del otro para regular las emociones”, señala el psicoanalista catalán Ramón Riera.
La verdad del Complejo de Edipo
Freud fue hijo de su época. Y su gran obsesión, crear un corpus científico que explicase con leyes naturales la clínica que observaba día tras día en su consulta de la calle Berggasse. Pero no todos los terapeutas están de acuerdo con la vigencia de muchas de sus conclusiones. “La universalidad del complejo de Edipo, la existencia de una sexualidad infantil y el concepto de transferencia son los principios freudianos más criticados. También la adhesión ideológica que a veces suscita, como si se tratara de un movimiento religioso”, apunta el doctor José Luis González de Rivera, psicoanalista y director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática de Madrid.
 “A Freud hay que situarlo en su contexto. El complejo de Edipo no se puede entender como una lectura literal del mito: explica el conflicto que tiene el niño para someterse a la realidad, la incorporación del individuo a la cultura”, explica Manuel Mateos Agut, psiquiatra del Hospital de Burgos. “En medicina y psicología el término libido corresponde al deseo sexual de una persona, para Sigmund Freud y Carl Jung se refiere a la fuerza o energía psíquica que un individuo tiene que dirigir a su desarrollo personal, llamado individualización. Es la energía vital que mueve a las personas. La mente es un sistema que se autorregula gracias a la lucha entre tendencias e instancias opuestas: las pulsiones, es decir la energía psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia un fin y se descarga al conseguirlo”, recuerda.
Pero hay disquisiciones freudianas que ya no están en discusión, como el hecho de que ciertos síntomas neuróticos son causados por traumas psicológicos. Pues, aunque la mayoría de los teóricos ya no creen que todas las neurosis se puedan explicar, es ampliamente aceptado que una niñez llena de rechazo, abuso y tragedia tiende a producir adultos infelices. O la idea de las defensas yoicas. Muchos pueden sentirse incómodos con la idea freudiana de inconsciente, pero lo cierto es que todos nos embarcamos en ciertas manipulaciones de la realidad y de recuerdos de esa realidad para llenar nuestras necesidades, especialmente si éstas son fuertes.
La eficacia de la terapia clásica
Quizá el punto más controvertido es el que se refiere a la eficacia de la terapia clásica, que “nació en un contexto y en un tiempo concreto para afrontar la neurosis, por tanto, los trastornos ansioso-depresivos no psicóticos y la histeria son las dos indicaciones por excelencia. Pero no hay estudios suficientes y rigurosos que permitan afirmar que la terapia psicoanalítica clásica es inservible para las demás enfermedades mentales. Hoy, el formato del diván se ha abandonado no tanto por su falta de eficacia como por el excesivo esfuerzo personal económico y de tiempo que requiere. Esta terapia ha evolucionado, se ha abierto al campo de la psicosis y se aplica con éxito y satisfacción en todos los campos de la psiquiatría. Obviamente, en la esquizofrenia, el trastorno bipolar y otras psicosis, su papel es coadyuvante del tratamiento farmacológico, que se ha demostrado fundamental, pero puede usarse para tratar todo tipo de dolencias mentales, aunque su principal indicación no es un diagnóstico en el sentido DSM, sino la motivación para el cambio”, explica el doctor Mateos.
Desde los años 80 lo que se llevan son las terapias integradoras. “Nos guste o no, Freud es el padre de todas las psicoterapias, incluida la cognitivo-conductual. Da igual que uno se tumbe en el diván o se siente junto a su terapeuta a intentar desentrañar sus males. El cara a cara y la regularidad de las sesiones se los debemos a él. Lo que hay que tener claro es que el psicoanálisis busca la comprensión de uno mismo y el cambio, cuando éste es posible, de la personalidad. Pero muchos pacientes, hoy en día, lo único que desean es que alguien les quite los síntomas. Y ese alguien se llama farmacología”, asegura José Luis González de Rivera
Freud, que era neurólogo, siempre quiso descubrir los fundamentos biológicos de su edificio teórico, sin embargo, los rudimentos de la ciencia y la tecnología de la época se lo impidieron. Tuvo que pasar medio siglo y una revolución tecnológica por medio para que algunas de las predicciones de Freud pudieran ser observadas, y confirmadas por esas máquinas mágicas que trabajan a todo gas en los hospitales, los escáneres.
Los estudios de neuroimagen, por ejemplo, confirman que no somos conscientes de la mayor parte de nuestra vida psíquica, “tal y como Freud genialmente intuyó”, dice el doctor Riera, “ y el descubrimiento de las neuronas espejo, que se activan cuando realizamos una acción concreta, pero también cuando vemos a otras personas realizar una acción, de manera que quien observa realiza la acción sin actuarla, y que permiten ciertas habilidades cognitivas sociales, como la capacidad de ponerse en el lugar del otro o la capacidad de imitación, es decir la conexión emocional, demuestran que algunos conceptos psicoanalíticos, como la proyección o la internalización, ahora se confirman con bases científicas. Antaño fueron considerados simplemente metafóricos o metapsicológicos porque no se conocía el sustrato neuronal”, recuerda.
Tal es el vuelco ha dado, o mejor dicho, está dando la neurociencia al psicoanálisis que el llamado neuropsicoanálisis se ha convertido en una disciplina emergente. Esta nueva ciencia, guiada, entre otros, por el prestigio y los descubrimientos del premio Nobel Eric Kandel (fenómeno de la plasticidad) intenta generar un diálogo permanente entre el pensamiento psicoanalítico y los hallazgos de las imágenes porque “la neurociencia necesita de la experiencia clínica del psicoanálisis para guiar el uso de sus instrumentos en relación a qué observar”, como ha dicho Kandel en más de una ocasión.
El papel del inconsciente
“Cuidado con hacer un análisis reduccionista de lo que es la mente humana, en el sentido de pasar por alto la dimensión social del hombre, que esta presente en todo el pensamiento psicoanalítico “, dice el médico González de Rivera. “ Hoy sabemos que un individuo puede tener una debilidad biológica y fallos en el funcionamiento de los neurotransmisores, pero esto sólo no hace emerger una patología. Se tienen que dar también problemas en la organización de las emociones y, por supuesto, influye mucho la suerte, y el cómo le va a uno la vida”, recuerda este psicoanalista.
El doctor Manuel Mateos esgrime un artículo reciente de François Ansermet (psicoanalista) y Pierre Magistretti (neurobiólogo): “Actualmente se tiende a ver lo psíquico como algo que surgen de lo biológico, superponiéndolos sin diferenciarlos. Esto hace que se estén generando muchos malentendido acerca de las posibles aproximaciones entre neurociencias y psicoanálisis. Y así, frente a las críticas dirigidas contra el psicoanálisis estaríamos tentados de utilizar las neurociencias para probar el psicoanálisis. A mi juicio, se deben considerar el hecho psíquico y el hecho biológico como dos realidades que no tienen comparación, pero eso no impide que puedan encontrarse alrededor de la huella dejada por la experiencia”.
De nuevo, sobre la mesa, la gran pregunta freudiana ¿qué es el inconsciente? En la actualidad no se discute que algo parecido al inconciente juega un papel determinante en nuestro comportamiento, pero de manera muy distinta a cómo lo definió Freud. Los conductistas, por ejemplo, defienden que las motivaciones y problemas atribuidos al inconsciente son bastante menos que los que promulgó el genio vienes. Para muchos psiquiatras el inconsciente no es el gran recipiente de actividad que Freud describió. La mayoría de los terapeutas lo consideran como todo aquello que no necesitamos o no queremos ver, todas esas representaciones mentales de información que nos pasan inadvertidas.
Para el doctor González de Rivera no es un lugar, es un proceso mental. El psiquiatra Manuel Mateos insiste en que no se puede confundir el inconsciente freudiano y el inconsciente cognitivo. “El inconsciente freudiano es aquel que se construye a partir de la percepción y las huellas que ésta deja y que se rescriben y asocian de tal manera que se alejan irremediablemente de la experiencia que las ha producido. Freud ya lo había adelantado: la percepción y la memoria se excluyen recíprocamente. Las huellas producidas por la experiencia se van asociando unas con otras hasta construir una nueva realidad, inconsciente, independiente de la realidad y la experiencia. Y eso que Freud intuyó, la neurociencia lo ha ratificado”.

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