sábado, 24 de septiembre de 2011

"Sigo bailando con la mente y termino muy cansada"

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Alicia Alonso -90 años, mito vivo del ballet, invidente- llega de la mano de su marido, que le hace de lazarillo y apoyo. La cita es en casa de su productor, el abogado José Solano, que vive en un piso con servicio, lleno de cuadros del mallorquín Joan Riera Ferrari y con hilo musical. Alonso siempre elige este lugar, en la décima planta de un edificio cercano a la Castellana, para sus entrevistas.

A sus 90 años, la mítica bailarina cubana aún dirige coreografías

Va muy elegante, perfectamente maquillada, con su característico pañuelo cubriéndole el cabello y los labios bien rojos. Anda con dificultad pero sus pasitos son de bailarina. Posa coqueta y se esfuerza por mirar a una cámara que no ve. Pide que la orienten, quiere mirar de frente. También pregunta: "¿Poso alegre o pensativa?".

La estrella del Ballet Nacional de Cuba empezó a perder visión a los 19 años y convive con la ceguera. Ya en la mesa, su productor y su marido la ayudan con cariño a encontrar la copa y la comida, que le acercan a la mano. "Ay, ¡tortilla de patatas!", exclama esta mujer jovial que contagia alegría de vivir. Y antes de beber, propone un brindis: "Por la salud y la vida de todos los seres humanos".

La primera pregunta quema los labios: ¿Usted sigue dirigiendo a pesar de sus problemas de visión...? "Claroooo", dispara en seco. "Oiga, yo soy una esponja". Y su marido, que está tomando un Martini a su lado, interviene cortés: "Ella tiene como un sexto sentido, lo capta todo". "Cuando algo falla hay un instinto que se desarrolla en el ser humano", prosigue ella. "Es una fuerza muy grande que no nos damos cuenta de que tenemos... Yo me sé todos los ballets y los bailo en mi mente mientras los bailarines los interpretan", continúa. "Termino muy cansada, porque los músculos reaccionan y se ponen derechitos", dice tiesa. "Soy un carácter fuerte y me gustan las cosas bien hechas, no me gusta la persona que se conforma. A mis bailarines no les pido lo imposible, pero les exijo".

Tras su paso por Barcelona, la coreógrafa estrena mañana con su querido Ballet Nacional de Cuba (se le llena la boca cuando lo nombra) los montajes La Cenicienta y El lago de los cisnes en Madrid (teatros del Canal). ¿No se agota con tanto trote? "Pero si esa es mi vida", dice estirando el cuello. "Aquí vivimos una vez y cada uno tiene que ver cómo se entrega. Yo ya no bailo, pero enseño coreografía, ayudo, soy parte del mundo del ballet. El ser humano necesita la belleza para vivir. La música, el arco iris, las flores, las artes...".

Alonso fue íntima de Antonio Gades. ¿Le afectó su muerte o la de otras grandes figuras del baile? "Para mí no mueren. Yo siempre los recuerdo vivos. Nos han dejado su ballet y eso no se olvida", dice llevándose la mano a la nuca. "Se te quedan aquí detrás".

Desde que el Ballet de Cuba echó a andar, las deserciones de bailarines aprovechando las giras han sido una constante. No le gusta hablar del tema, pero transige: "Ay, ya me extrañaba que no me preguntara de política... Pues me parece muy triste porque abandonan el lugar donde crecieron, van desde chiquitos, allí se hacen sus compañeros, sus amiguitos. Y se van en una gira, donde está todo el mundo contado... Esa crueldad no me gusta, y me preocupo por ellos, por dónde estarán, qué estarán haciendo. Yo les digo que después no pueden decir que son del Ballet Nacional de Cuba porque lo abandonaron, pero lo hacen, claro".

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