martes, 11 de enero de 2011

Sí se puede

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"Café con": Mario Celano y Elbio Acuña
Sí se puede

"Para encontrarse primero hay que perderse", reflexionó Mario Celano, fundador de ZetaSoftware, en una charla sobre emprendedurismo que se desarrolló este sábado en el marco del ciclo "Café con", en Amaretto, y en el que junto a Elbio Acuña, fundador de Punto Ogilvy, reflexionaron sobre el desafío de emprender proyectos originales en el país. "La mirada es decir yo puedo, todo es posible", señaló Acuña.

Mario Celano, fundador de la empresa ZetaSoftware, y Elbio Acuña, fundador de la agencia de publicidad Punto Ogilvy, compartieron esta mañana sus historias de vida que los llevaron a encontrar su propio camino en un mundo de desafíos. En una charla sobre emprendedurismo en el ciclo "Café con" de Amaretto, ambos abogaron por ser consecuente con los sueños y las ideas, y no abandonar los esfuerzos ante las adversidades.

Mario Celano relató la historia de su desarrollo de ZetaSoftware, una historia de entusiasmo y desafíos, que comenzó a raíz de una gran confusión y desidia sobre las ofertas vocacionales que se planteaban en la época liceal y en su vida en la ciudad de Rosario, Colonia.

"Tenía el cerebro anestesiado. Pocas veces me he aburrido tanto en mi vida como con el pasaje liceal. Aparte, esa etapa formó un concepto mío bastante equivocado, logró convencerme que yo no servía para nada y que nada me gustaba", relató.

En ese entorno, por intermedio de su madre, Celano se topó con el mundo de la programación informática y estudió en la ORT. "Para encontrarse primero hay que perderse. En mí funcionó. Admiro gente que siempre supo que quería hacer. Yo estaba muy confundido y en esa confusión encontré lo que me gustaba", comentó Celano.

Tras estudiar programación, en los años noventa Celano se topó con "el trabajo de mis sueños", como programador en la mutualista de Rosario CAMEC.

"Gané el puesto por el entusiasmo de trabajar. El trabajo era de seis horas por día y yo trabajaba 14 horas", comentó, aunque luego de cinco años de trabajo allí se dio cuenta que "era el tipo más triste trabajando en esa institución" porque "apagaron cuanta iniciativa tenía".

Ese fue el punto de inflexión, en que Celano se encontró con la posibilidad de desarrollar software para PYMES, con la premisa básica de hacer "un software que saliera menos que la máquina", y así nació Libra, su primer emprendimiento.

Celano reflexionó sobre qué hay que hacer cuando se llega a ese momento en que se tiene una idea propia para desarrollar y cómo enfrentarse al desafío de dejar todo para emprender esa idea.
"Si uno tiene un proyecto y lo tiene clarísimo, seguir en el trabajo en que está mientras lo otro da frutos tiene más contras que pros. Porque la vida de emprender es más complicada después, porque uno se encuentra a situaciones angustiosas".

Allí comenzó otro periplo, el de asociarse con un amigo para desarrollar el negocio de Libra, algo que finalmente Celano identificó como un gran error que culminó, como era de esperar, en "divorcio".

"Mi socio siguió en Montevideo vendiendo el producto con los clientes que teníamos y yo quedé como un gil en Rosario pensando qué hacía. Me quede compitiendo con mi propio software", contó.
Eso lo llevó a pedir un crédito y generar un nuevo producto, con una nueva imagen, un nuevo nombre, y estuvo "varios meses trabajando en un estado de honestidad e ingenuidad porque la otra empresa seguía vendiendo el Libra".

En el año 2000, tras varios esfuerzos, Celano consiguió sus tres primeros clientes. "Yo hacía de todo, instalaba, capacitaba, vendía".

"Hice todo con mucho entusiasmo, sin tomar atajos -porque salen muchos negocios interesantes mientras uno está con una idea- traté de no buscar más sociedades, de no pedir más créditos, de hacerlo por mi cuenta, para no depender después", reflexionó.

Diez años y dos mil clientes después, Celano identifica el año 2005 como el punto de inflexión en que dejó de mirar el mercado y qué hacían los demás para encontrar su propio camino, ZetaSoftware.

"Sacamos el primer software web, el primer software online para PYMES, y sigue siendo el único. Veo que el entusiasmo que tenemos hoy es el mismo con el que fui a pedir trabajo al CAMEC. Sigo sintiendo que lo que se viene siempre es muchísimo mejor", concluyó.

Elbio Acuña comenzó su charla señalando las grandes coincidencias que encontró entre el periplo de su vida profesional y la historia de Celano, y reflexionó que "la historia de los que iniciaron una empresa más o menos es la misma. La mía empezó exactamente cuando este señor (Celano) nació. Fundé la empresa en 1964", comentó.

"La historia de los que tenemos un sueño es más o menos la misma. Hay una cantidad de jóvenes empezando hoy, que están lanzándose a una aventura, a una ilusión y que miran lo que están haciendo los demás y se ven muy inferiores, o ven lo que hacen otros y se sienten superiores, y esa no es la mirada. La mirada es decir yo puedo, todo es posible y se puede hacer", dijo.

Acuña contó el origen de su sentido de emprendedor, que surgió tempranamente en su vida. Con 12 años y viviendo en "un barrio muy pobre" que hacía frontera con "un barrio muy rico", tomó contacto con un club político que emitía propaganda y música todos los días, y que era propiedad del padre de dos amigos suyos. Los tres adolescentes convencieron al dueño del club a brindarles un espacio de 15 minutos de aire de altavoces, y así creó su primer programa de radio "sin saber lo que iba a pasar después".

Acuña debió luchar contra la oposición de su familia y de su padre, obrero de la construcción que quería que su hijo fuera escribano. "En esa época todos querían tener a 'm´hijo el doctor', ahora es 'm´hijo el emprendedor'", señaló.

Dos veces le comunicó a su padre que no quería seguir estudiando. En el primer intento "hubo un cuerpo a cuerpo" con su padre que lo "convenció" de seguir estudiando. Al terminar el preparatorio, volvió a intentarlo, y su padre lo llevó a trabajar con él a la construcción, con la idea de presentarle un desafío durísimo que lo convenciera de retomar los estudios.

Pero al ser un joven por naturaleza "rebelde", Acuña "aguantó tres meses". "Y yo dedico esto a mi padre, porque una tarde volviendo de la obra, con las manos llenas de cal, caminando los dos juntos volviendo a casa, me dijo la frase que hizo que hoy yo pudiera tener la empresa que tengo: 'lo que yo te tenía que enseñar ya te lo enseñé. Ahora hacé lo que vos quieras'. Eso fue maravilloso, porque a lo mejor yo no hubiera podido ver esa parte de la cosa, tan importante, que es darse cuenta que la actitud, el entusiasmo, la fuerza y las ganas que hay que poner para llevar adelante un proyecto no se comparan con nada".

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