miércoles, 19 de mayo de 2010

Alfabeto Emocional

Somos capaces de transformar nuestra biología con lo que hacemos, con lo que pensamos y con lo que sentimos. Con la actividad creamos nuevas células y neuronas, los ejercicios físicos preservan la salud cardiovascular y los cognitivos la mental, pero nuestras emociones son las que nos conducen al éxito o al fracaso

Si queremos ser sabios en la vejez debemos reformatearnos continuamente. La alegría y el trabajo nos mantienen saludables y prolongan nuestra vida, mientras que el estrés libera hormonas y sustancias biológicas tóxicas. Todo señala que para crear el cuerpo y la mente que necesitamos tener, la clave es la inteligencia emocional. La depresión ataca al sistema inmunológico, la serenidad lo fortifica. Para 2020, la Organización Mundial de la Salud prevé que la depresión será la segunda causa de muerte.

Sufrir la vida. El sufrimiento forma parte de la existencia pero su influencia difiere según como se lo vive, de cómo se lo interpreta, se procesa y se metaboliza.

Como dijo Nietzche no existen hechos sino interpretaciones. Al capturar los datos uno mismo los convierte en fuentes de placer o de dolor. Así expandimos la alegría o la tristeza por el cuerpo, alteramos el tipo de neurotransmisores que produce, el nivel de las hormonas varía, el ciclo del sueño se interrumpe, la piel se modifica, las plaquetas sanguíneas cambian y hasta nuestras lágrimas contienen trazos químicos diferentes.

Sentirse bien y estar mal. El alcohólico se autoengaña, su euforia es una enfermedad. Un estudiante puede creer que sabe y ser aplazado, alguien sentirse bien comprando cosas que luego no usa. Cuando el comportamiento es dirigido por emociones falsas, al llegar el desengaño queda en evidencia el fracaso de la percepción. La razón podría ayudar pero también los pensamientos están dominados. El sistema emocional decide rápidamente sin que las decisiones pasen por la lentitud del intelecto. Es inteligente, actúa con rapidez y muestra el rumbo. Como se siente bien evalúa como positiva la situación y le da curso. Pero como sistema no es seguro, el poder económico a través de la publicidad y de la educación crea analfabetos emocionales y los manipula. La economía se beneficia con la sociedad de consumo pero la salud no. Cuando la brújula emocional funciona, una emoción negativa sirve para detectar un peligro. Sentirse bien o mal no alcanza, lo que importa es la armonía entre la emoción y la realidad.

Educación emocional. El aprendizaje emocional enseña a reconocer los engaños y cambiar a tiempo. Poder estar solos nos permite pensar en silencio. El terror al vacío y a la soledad nos hace dependientes y lo pagamos con la desorientación y la inacción.

Sentirse bien es algo subjetivo, porque la felicidad va y viene. Para algunos consiste en alcanzar metas: graduarse, formar una familia, ganar dinero. Pero lo que importa es poder sentir el estado de bienestar. No podemos cambiar el pasado ni a los demás, lo que podemos y debemos hacer es cambiarnos a nosotros mismos.

Aceptemos que lo que pasó no fue lo que quisimos y démosle su justo valor. Si no, el pasado nos acosa, nos llena de dudas, nos somete y condiciona. Sentirse bien es perdonarse, saber que hicimos lo posible. La manera en que pensamos nos conduce, hagamos inteligente la pasión. Sin aprender a pensar nunca lograremos el cambio.

Para sentirse bien muchas personas tienen un hobby, hacer lo que les gusta activa las áreas del placer. El estado de flujo de concentración plena se alcanza cuando la persona hace lo que lo apasiona y allí su rendimiento es máximo. Al mismo tiempo estimula el pensamiento positivo y la creatividad. Un hobby permite comprender que uno es capaz de hacer lo que le gusta, mejorar la autoestima, la confianza y generar formas de pensar utilizables en otras áreas. El hobby puede convertirse en trabajo.

Más allá de la biología. El denominador común son las conductas y las actitudes.

Cada pensamiento genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en las células y neuronas que conforman el organismo.El alfabeto SARD las sintetiza. Las conductas “S”: serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa; y las conductas “A”: ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento: fabrican la serotonina, la hormona del placer. Las conductas “R”: resentimiento, rabia, rencor, reproche, resistencias, represión y las conductas “D”: depresión, desánimo, desesperación, desolación; producen cortisol, una hormona que corroe las células.

La “mala sangre” se compone de mucho cortisol y poca serotonina. El buen humor es clave para la longevidad saludable. Al aprender el alfabeto emocional desde la primera infancia lograremos vivir más tiempo y mejor.

Las actividades rutinarias inconscientes. Hacen que el cerebro funcione en piloto automático con un mínimo de energía. Las experiencias pasan por las mismas rutas neuronales, el peligro es que la rutina nos haga olvidar el propósito original y que trabajemos sin saber por qué. Para salir del encierro, hay que volver al resultado esperado, alineando el foco de atención con la asignación de importancia.

Poder decir “Yo quiero” es pronunciar las dos palabras mágicas que hacen circular la energía hasta el hemisferio creativo del cerebro que produce ideas para que la voluntad elija las mejores. Inspirar la vida en un propósito y concentrarse en él, permite observar a los hechos como oportunidades e interpretarlos a nuestro favor.

El instrumento. El cuerpo es el medio, los sentidos brindan la información externa, la mente es el vehículo interior, que con su telescopio y microscopio psíquicos, lo recorre. Cuando uno se produce a sí mismo la voluntad llega más lejos que la inteligencia. Al hallar la misión y consultarla frecuentemente, sin limitarnos a la mera interpretación sensorial, nuestros pensamientos crean nuestro mundo. Entonces nos alejamos de lo que hacemos sin querer y sembramos la semilla de lo que queremos ser.

Coeficientes encadenados. El CI -coeficiente intelectual- mide la capacidad de resolver problemas, el CE, emocional, la posibilidad de automotivarse y de motivar, el CES -coeficiente de inteligencia espiritual- cómo nos relacionamos con el todo y con los principios universales. El CES tiene la fortaleza del porqué, el CI y el CCR -coeficiente de creatividad- sugieren qué hacer, la visión. El cómo hacer, implica la disciplina del CEJ – coeficiente de ejecución-, el CE es el Quantum de la pasión.

La inteligencia espiritual orienta a las demás. Tenemos un potencial de realización y ante cada estímulo se abre un espacio de libertad que precede a la respuesta. Mientras que los valores controlan nuestra conducta, respetar los principios universales genera consecuencias favorables. Usemos nuestro coeficiente de inteligencia espiritual para sumar integridad, cumplir nuestras promesas, y seguir la voz de la conciencia.

Dr. Horacio Krell. CEO de ILVEM

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